Entre el sueño y la realidad

Entre el sueño y la realidad

La feminidad se suele asociar a aquello característico de la mujer, es decir, cualidades culturales atribuidas a ciertos comportamientos. Estas cualidades son la comprensión, la delicadeza, el cuidado, el afecto, o la suavidad. La masculinidad siguiendo la misma línea se asocia a la virilidad, la valentía, la fuerza, la independencia, la agresividad, la competitividad, o la violencia. Sin que lo anterior sirva de base férrea hacia estas dos concepciones culturales, en el teatro se produce algo especial como puede ser la regeneración física del género. Para poder explicarme recurriré al teatro que se practica en Asia, en el que la feminidad y la masculinidad se ha entremezclado creando nuevos caminos. Esta creación escénica es premonitoria de nuestra conducta, que estará más cerca de las cualidades y no de las generalidades.

Un actor durante una actuación de la Ópera de Pekín (Hans Bernhard, 1981)

Probablemente nuestros pensamientos se han dirigido hacia la danza, pero ya cometimos este error en Europa al separar el teatro de la danza. Si a un juglar, a un cómico del arte o a un actor japonés les hubiéramos preguntado la diferencia entre ambas, no hubieran sabido contestar, ya que para ellos eran lo mismo. De hecho es sabido que en el teatro balinés todo movimiento está constituido por oposiciones, Keras y Manis. El primero significa fuerte o duro; el segundo suave o delicado. Este ejemplo nos sirve de muestra para vislumbrar cómo los elementos culturales se transforman en el arte escénico para dotar a las piezas teatrales de cualidades en lugar de comportamientos. El teatro balinés ha superado los movimientos masculinos o femeninos y los han convertido en algo corporal. Mei Lan Fang (1894-1961), el actor tan (interpretaba papeles femeninos) más célebre de la Ópera de Pekín investigaba la creación de una feminidad distanciada de los estereotipos femeninos. En Japón ha sucedido tres cuartas partes de lo mismo. Los personajes de mujeres o de hombres no se aprenden a partir de convenciones culturales, sino desde calidades de movimiento. Zeami, el autor de Fushikaden, manual para el actor Nô de teatro japonés, escribía en relación a la mujer que danzaba vestida de hombre alrededor del siglo XIII, que no sería una simple travesti sino un persona que se despojaba de su máscara cultural en función de su género para crear un nuevo temperamento dulce o vigoroso. Es decir, una nueva creación física a partir del temperamento estipulado para cada género. 

Todos estos actores, balineses, hindúes, japoneses o italianos (Commedia dell’Arte), practicaban técnicas corporales que generaban respuestas emocionales y no viceversa. Un movimiento escénico puede provocar una determinada respuesta en el que observa, pero no tiene porqué estar relacionado directamente con la emoción que siente el que ejecuta dicho movimiento. El personaje del onnagata del teatro Kabuki (en sus orígenes el Kabuki era un estilo teatral procedente de la danza, la canción y la pantomima, interpretadas por la sacerdotisa sintoísta Okuni y sus compañeras en 1603) se acabó constituyendo un personaje femenino reservado únicamente a hombres. El actor masculino debía representar un rol de mujer paradigmático con el ideal de belleza femenina, que no es alcanzable en el mundo cotidiano, ya que el cuerpo masculino no desaparece, sino que coexiste con características de la feminidad. Mishima ya decía que “un onnagata es el hijo nacido de la unión ilegítima entre el sueño y la realidad”. 

Grabado de 四代目中村芝翫 [Nakamura Shikan IV] y de 三代目 沢村田之助 [Sawamura Tanosuke III] de 1860.

Por lo tanto, ya tenemos ejemplos de un tercer género que es un híbrido escénico, que no social. Una convivencia difícil de entender ya que se entremezcla el personaje y el carácter social en un mismo cuerpo. El teatro puede marcar el camino a seguir, las posibilidades del ser humano no tienen que quedar restringidas a una concepción cultural. La artes son el espacio para la investigación, para proponer nuevas formas, nuevos caminos, y perfilar posibilidades que el ciudadano de a pie influido por la cultura puede no haber vislumbrado, todavía. No tengamos miedo a experimentar y propongamos más caminos teatrales para que la sociedad civil pueda aprehenderlos.

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